DUALCILLO: PERO

PERO
(Del lat. per hoc). El lunes me llevé un golpe. Nada serio, simplemente, no lo esperaba, a pesar de ser algo que se que puede aparecer. No sucedió nada grave. Madre me envió los resultados de las últimas revisiones (sí, 3 meses más tarde y tras nosecuántas reclamaciones por ellos, cosa que ya no viene al caso) y todo estaba bien. ¿Todo? Sí, a grandes rasgos, sí. Excepto una pequeña aldea gala que se empeña en dar disgustos al romano que no ceja en su empeño de conquistar el mundo que tiene a su alrededor. Ese romano, soy yo. Esos galos empeñados en hacer de las suyas, los pólipos. Los benditos pólipos que me han acompañado toda la vida desde que tengo conciencia. Los pequeños compañeros de viaje a los que, aunque suene raro, he de agradecer mi manera de ver la vida hoy por hoy.
Las biopsias eran correctas. No había que preocuparse. Hasta que eres consciente de que unos de esos pólipos, resulta ser un adenoma, vamos, los galos sin su poción mágica. Empezaron a llover "peros" a mi cabeza. "No son malos, pero pueden serlo", "pero si le prestas atención, se te va a ir la vida", "pero por qué siempre que estoy en un momento de bienestar mental y físico, me ataca este maldito gen". Y así, durante horas. 
Me afectó seriamente en el trabajo, no el hecho de lo que me dijeran, puesto que no dejan de ser resultados. Fue la tormenta de opciones que aparecían en mi mente. ¿Y si era sensato no hacer la insensatez del viaje a Sudamérica? ¿Y si lo mejor es quedarse con los que te importan? ¿Por qué no estar tranquilamente peleándote con el día a día? Se me había ido la cabeza muy lejos. Hasta que, horas más tarde, entre lágrimas y delante del Whatsapp (gracias a la tech de hoy en día que hace que la distancia no sea mayor que 1s y 0s cuando sabes perfectamente que el que te has ido por tu propia cuenta y riesgo eres tú), hablando con mi tío Mariano (un señor mayor, con bigote y refunfuñón. Todo un cascarrabias al que quiero con locura por su manera de ver las cosas y no resignarse aún habiéndose jubilado), me hizo ver que no hay más bloqueo que el que yo me quiera poner. 
Mi límite soy yo. Los peros que pueden aparecer en el día a día. Esos pequeños meandros que, cuando los sumas, obtienes una enorme cantidad de agua dejada detrás en el río y que no estoy dispuesto a perder. Te enseñan cosas, crean vidas paralelas, cierto. No obstante (cuesta no decir pero), no es el campo de arroz que al que se supone, está destinada ese agua que considero mi vida.
Cuando volví a ver claro cual era la causa del bloqueo, de la sombra que me entristecía, hice una de las cosas que mejor se me dan. Enfrentarlo fuera cual fuera el resultado. A las bravas, como siempre, sabiendo que se aprende a base de golpes, sombras y deslices. Esta vez, aprendí que conmigo, no hay pero que valga. Que no es una palabra que quiero en mi diccionario. Que me deshago de ella. No es sencillo, claro que no. Aunque, ¿qué valor tienen las cosas que no cuestan? Mayor esfuerzo, mayor recompensa. 
Voy a seguir usando el pero en su forma femenina. Pidiéndole peras al olmo, que se me da muy bien. Buscando las cosquillas de la vida.
Tengo que aprovechar, para introducir aquí, la web del crowdfunding creado para llevar a cabo en mejores condiciones, esa búsqueda de peras en olmos que es la trastada de rodar en bicicleta por Sudamérica. Os invito a que me acompañéis sin pero alguno: https://www.trevolta.com/trips/giving-inspiration-from-yorkshire-to-ushuaia-29879
Gracias de antemano. 
Ps: Me encanta esta ventana que acabo de abrir a mis sentimientos por primera vez aquí. 

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